INSTRUCCIÓN CÍVICA 2022
¡Bienvenidos y bienvenidas estudiantes !
¡Comenzaremos con un cuento
breve para reflexionar !
EL
CUENTO DEL MOLINERO
Un cuento tradicional alemán relata la anécdota
sobre el emperador Federico II de Prusia, uno de los más poderosos de los
tiempos. El emperador Federico tenía un palacio a las afueras de Berlín, la
capital del vasto imperio. Allí se retiraba a descansar y gozar de la
tranquilidad de sus bosques y jardines. Junto al palacio había un molino
de viento que pertenecía a un campesino y se usaba para moler los granos de
trigo para convertirlos en fina y blanca harina. Apenas soplaba el viento,
comenzaban a girar las grandes aspas, El emperador se molestaba,
pues con ese escándalo no podía descansar ni pensar
en cosas agradables.
Un día el emperador
decidió llamar al molinero y le dijo:
Ud. comprenderá que no podemos seguir
juntos en este lugar. Uno de los dos tendrá que retirarse, y como evidentemente
usted no tiene dinero para comprarme el palacio, lo mejor será que me venda su
molino.
-Yo no tengo dinero para comprar su
palacio-le dijo el molinero. Pero Ud. no me puede comprar mi molino porque no
está a la venta.
El emperador pensó que el molinero
trataba de conseguir un mejor precio por su molino y le ofreció más de lo que valía.
Pero el molinero repitió que el molino no estaba a la venta.
El emperador le ofreció una suma aún
mayor. Entonces, el molinero le dijo al emperador que no lo vendería
por suma alguna.
-Aquí nací y aquí quiero morir-
agregó. Yo recibí este molino de mis padres y quiero dejárselo a mis hijos
para que vivan al amparo de las bendiciones de sus antepasados. No me unen
al molino razones económicas sino sentimentales.
Entonces el emperador perdió la paciencia.
De muy mal humor le dijo:
-No sea terco. Yo no tengo porque seguir
discutiendo con Ud. Si no quiere hacer un trato conveniente, llamaré
a unos entendidos para que digan cuánto vale en realidad este viejo molino. Eso
será entonces lo que le pagaré y mandaré a arrancar esta máquina.
Con toda tranquilidad, el molinero se
sonrió y le contestó:
-Eso lo podría hacer Ud. si no hubiese
jueces en Berlín.
El emperador lo contempló en silencio.
Pero, en lugar de enojarse, agradeció sus palabras, ya que demostraban que el
molinero confiaba en los jueces de su país y en que el emperador
respetaría la ley.
Entonces Federico no insistió más. El
molino quedó en su lugar como un símbolo de la justicia que no
distingue a un rico ni a un emperador poderoso de un
humilde molinero.
Durante dos siglos, personas de diferentes
partes del mundo fueron a visitar ese lugar y a oír la
historia del molinero y el emperador. Durante la Segunda
Guerra Mundial, una bomba destruyó tanto el palacio como el molino.
Pero la historia nunca fue olvidada.
El molinero pudo defender sus derechos
debido a la existencia de un marco legal, de un conjunto de leyes que los
garantizaba. Ese marco legal es imprescindible para la convivencia social de
los ciudadanos en un Estado democrático y constitucional de
Derecho. La existencia de este tipo de Estado y la conformación del
ciudadano son el producto de una larga lucha histórica que, como el molinero,
se efectúo contra los reyes de las monarquías absolutas europeas y contra los
despotismos ilustrados.